Cuando nacemos apenas pestañeamos; cerramos los ojos cuando nuestros padres nos acuestan en la cuna para dormir.
Los resultados de un estudio publicado en la revista de la Asociación Americana de Neurología, The Annals of Neurology, cuantificó los parpadeos espontáneos de 265 niños y 175 adultos, demostrando que, mientras los bebés cierran los ojos menos de dos veces por minuto, los adolescentes y los adultos parpadean hasta 15 veces en el mismo plazo de tiempo.
Partiendo de que el principal fin del pestañeo es humedecer el ojo con lágrimas y eliminar cualquier tipo de suciedad o partícula de la superficie de la córnea, parecería lógico pensar que los más pequeños necesitan menos protección al pasar mucho tiempo en los brazos de Morfeo.
Sin embargo, a medida que crecen y van espabilando, la frecuencia del parpadeo aumenta, ya que necesitan lubricar mucho más sus ojos.
Los científicos han demostrado ya que el parpadeo espontáneo está regulado por el sistema dopaminérgico, que al principio no está completamente desarrollado; incluso, si se registra cuánto abrimos y cerramos los ojos, se puede tener una idea del nivel de actividad de la dopamina (hormona del placer) en nuestro cerebro.
En relación con esto, se ha comprobado que los ancianos que tienen un comportamiento muy estereotipado e inflexible parpadean menos que aquellos que están más abiertos a las novedades, a vivir experiencias diferentes.
Joaquín Tesón.
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