Problemas en la gemelaridad

La relación fraterna entre gemelos es particularmente interesante.



 

Desde el punto de vista clásico, el interés de los gemelos monocigóticos es su semejanza; desde el punto de vista de R. Zazzo, el interés de los gemelos monocigóticos “educados en el mismo ambiente” es, al contrario su disparidad.

Los factores hereditarios y ambientales no bastan para entender la génesis de una personalidad en función de hechos específicos de la situación gemelar.

Hay una inferioridad relativa de los gemelos frente al nivel de los grupos sociales, explicada en parte por la desventaja física y también por el hecho de que la pareja, muy estrechamente unida, aísla a cada uno de los compañeros de las influencias del ambiente.

Su retraso en hablar es indiscutible. Hay una dificultad de distinguir verbalmente entre “sí mismo” y “el otro”; la mayoría de los gemelos, especialmente los monocigóticos, usan un lenguaje secreto, combinado con hábitos verbales (el “nosotros”) o con errores (confusión del “yo” y del “tú”), que pueden ir acompañados de un sentimiento de despersonalización.

Desde el punto de vista social, estas anomalías se convierten en fuente de aislamiento. Este retraso para hablar se corrige relativamente con la edad y la separación, pero casi siempre persiste una inferioridad lingüística, que confiere a los dos miembros de la pareja una semejanza suplementaria no vinculada a la herencia.

La gemelaridad crea perturbaciones en la personalidad. Al vivir en una confusión inicial, se reduce la sensibilidad de los gemelos.

El uso tardío del “yo” y del “mí mismo” se manifiesta no solo en perturbaciones de la conciencia personal, sino también en la manera de pensar, e impide la toma de conciencia del “mí mismo”, del “otro” y del “sí mismo”.

En ellos, la identificación de la imagen propia como tal, no tiene efectos antes de los tres o cuatro años, mientras en los niños “singulares” tiene efecto hacia los dos años y medio. Se puede desembocar en un verdadero sentimiento de despersonalización acompañada de un vértigo de extrañeza, rareza, etc.

El drama de la situación radica en el conflicto entre el deseo de identificarse y la necesidad de tener personalidad propia. La separación no se vive, generalmente, como irreparable, porque al sufrimiento de estar solo se une el placer de la libertad; pero, a menudo, la pérdida del otro es muy sentida y el gemelo necesita formar una nueva pareja. Por otra parte, el matrimonio representa una amenaza de ruptura y crea actitudes de rivalidad envidiosa.

Es interesante la relación entre padres y gemelos. No se trata de una forma de relación entre una madre y dos hijos considerados como un ser único, sino una verdadera situación triangular. El hecho de que la madre no pueda querer a sus gemelos antes de diferenciarlos, es el origen de relaciones insatisfactorias que acarrean perturbaciones de su maduración afectiva.

Por otro lado, una gran parte de energía de los gemelos se utiliza para dominar y compensar los deseos agresivos, consecuencia de la carencia materna. Cuanto más satisfactorias sean las relaciones afectivas de cada gemelo con la madre, mayor será su tendencia a independizarse el uno del otro.

Desde el punto de vista práctico el hecho de que los gemelos experimenten o no el sentimiento de que cada uno posee una madre es muy importante al principio. La finalidad de la madre no debe consistir en tratar a cada niño de la misma manera, sino en intentar distinguir las diferencias de temperamento de cada cual a fin de poder entregarse a cada uno según su forma de ser.

Es necesario que en la vida de los gemelos haya alguien que los reconozca claramente para que no haya confusión entre ellos mismos. La madre debe tener una relación completa con cada uno de ellos, procurando cuidados personalizados a fin de que uno y otro se reconozca en su totalidad y en su unicidad.

 

Fuente: Joaquín Tesón

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