Las madres pueden tener un tipo de personalidad que dificulte el desarrollo del niño:
Madre dominante (o virago): Desviriliza a su hijo por sus excesivas exigencias. No ha aceptado su feminidad. Se muestra agresiva con el hombre. Se casa con un hombre débil o debilita a hombres más o menos fuertes. Ocupa un lugar predominante en el grupo familiar.
Madre escrupulosa en exceso: Ansiosa, no sabe cómo actuar con sus hijos, perfeccionista, que encuentra en determinados rituales una manera de resolver la forma de relación afectiva con el niño. Es aséptica, hiper-ordenada, quiere a su hijo a través de reglas rígidas que la tranquilizan.
Madre para quien su hijo es bien objeto de satisfacciones: Es algo que ella no ha encontrado en otra parte y se dedica totalmente al cuidado del hijo sobreprotegiéndole y abrumándolo con sus cuidados.
Contramadre: Con frecuencia no ha aceptado el alumbramiento, se decepcionó por la llegada de un hijo que no era del sexo esperado, fue abandonada. Su odio es manifiesto, lo cual desencadena el odio y la rebeldía del niño.
Se dan pues extremismos, madres que rechazan al hijo y otras que los sobreprotegen. Pero ambos extremos proporcionan unas características comunes a los niños: egocentrismo e incapacidad de abrirse a los demás, huye del contacto con la realidad y tiene tendencia a refugiarse en el ensueño y en la imaginación.
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