Se pueden distinguir como tales las emociones de placer o bienestar y displacer o disgusto y que se derivan de un correcto o incorrecto equilibrio físico y psíquico.
En toda emoción interviene un estímulo o un grupo de ellos que la provocan, un tono emocional o tensión psíquica desencadenado por el estímulo y una reacción o respuesta frente a dicho tono o tensión.
En general el organismo, ante una tensión emocional, tiende a darle salida, a descargarla mediante alguna actividad orgánica, movimientos musculares, llanto, risa, sollozo, etc.
Las peculiaridades de estas emociones simples, en la edad infantil, aparecen tanto más frecuentes cuanto menor es el niño. En efecto, el recién nacido no manifiesta otros estados de ánimo que el del placer que les produce la satisfacción de alimentarse, el displacer o disgusto que le causan las sensaciones de hambre, frío o pérdida de equilibrio estático, y la emoción de bienestar que le invade por la satisfacción de sus necesidades y cuidados amorosos que recibe de su madre.
Por otra parte, estos estados emocionales son tanto más pasajeros cuanto menor es la edad del niño, es decir, pasa entonces con tanta facilidad de un estado emocional a otro que a veces ni media transición alguna y otras pasa de uno a otro de una manera brusca.
Otro dato de inmadurez de las emociones simples del niño es su mayor facilidad de ser provocadas, esto es, la menor intensidad del estímulo necesaria para su desencadenamiento y ello tanto más cuanto menor es la edad del niño.
En toda emoción interviene un estímulo o un grupo de ellos que la provocan, un tono emocional o tensión psíquica desencadenado por el estímulo y una reacción o respuesta frente a dicho tono o tensión.
En general el organismo, ante una tensión emocional, tiende a darle salida, a descargarla mediante alguna actividad orgánica, movimientos musculares, llanto, risa, sollozo, etc.
Las peculiaridades de estas emociones simples, en la edad infantil, aparecen tanto más frecuentes cuanto menor es el niño. En efecto, el recién nacido no manifiesta otros estados de ánimo que el del placer que les produce la satisfacción de alimentarse, el displacer o disgusto que le causan las sensaciones de hambre, frío o pérdida de equilibrio estático, y la emoción de bienestar que le invade por la satisfacción de sus necesidades y cuidados amorosos que recibe de su madre.
Por otra parte, estos estados emocionales son tanto más pasajeros cuanto menor es la edad del niño, es decir, pasa entonces con tanta facilidad de un estado emocional a otro que a veces ni media transición alguna y otras pasa de uno a otro de una manera brusca.
Otro dato de inmadurez de las emociones simples del niño es su mayor facilidad de ser provocadas, esto es, la menor intensidad del estímulo necesaria para su desencadenamiento y ello tanto más cuanto menor es la edad del niño.
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