La vacunación consiste en la administración o inoculación de gérmenes (muertos, vivos o atenuados) en el organismo, con lo que se consigue estimular la producción de anticuerpos o defensas necesarias para prevenir una posible infección determinada.
Son uno de los métodos utilizados por el hombre que más han contribuido al aumento de la salud. En países subdesarrollados, según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades infecciosas son las que más muertes han causado; sin embargo, en países desarrollados estas cifras son inapreciables gracias a las vacunas. Su eficacia es elevadísima y su sencilla utilización hacen de ellas uno de los factores de salud pública de más valor.
La edad más conveniente para vacunarse es la infantil, por cuanto los niños están más sujetos a contraer enfermedades infecciosas al tener menos defensas naturales en su organismo.
Algunas vacunas tienen un interés marcadísimo en la prevención de las infecciones más graves que el niño puede contraer, como son las vacunas antitetánica, antipoliomielítica, etc. El poder preventivo de estas vacunas es casi total, es decir, que los niños vacunados quedan prácticamente inmunizados.
Otras vacunas son también muy importantes, pero su capacidad de inmunización es más aleatoria en el sentido de que el niño no queda absolutamente protegido como las vacunas antitosferinosa, antisarampionosa, etc.
Por otra parte, la protección que ofrecen las vacunas tiene una duración variable, según la enfermedad que combaten, por lo que se deberá revacunar al niño de cada una de ellas, en el tiempo que le corresponda a fin de garantizar la inmunidad a dicha enfermedad, que son las vacunas de recuerdo.
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