La ansiedad excesiva y las consiguientes respuestas de evitación ante los alimentos pueden revestir distintas modalidades de fobias, pero no es posible atribuir a todos los casos el apelativo de fobias.
Así, las reacciones de ansiedad y el relativo rechazo de los alimentos que experimenta el niño sometido a una presión desmesurada para que coma, ejercida por una madre ansiosa, puede llegar a alterar su alimentación, y de hecho así suele suceder, pero no alcanza la categoría de fobia simple. No pasaría de constituir una reacción de ansiedad con cierto volumen de interferencia.
Sí puede considerarse como fóbicos los rechazos de un determinado tipo de alimentos, que en algún momento han estado asociados a circunstancias traumáticas, por ejemplo, un susto, un vómito, etc.
Pero las fobias simples alimentarias graves pueden dar lugar a la supresión de toda la alimentación e incluso poner en riesgo la salud del niño. Se han encontrado casos graves que debieron ser tratados en régimen de hospitalización. Se trataba de una niña de ocho años y un niño de nueve. Ambos abandonaron casi por completo toda ingestión alimentaria, tras experiencia vicarias (sensaciones y emociones que se viven a través de las experiencias de otras personas) y personales respectivamente.
La niña inició su trastorno después de escuchar la noticia de que una actriz había fallecido asfixiada en la deglución de un trozo de carne; el niño, a partir de un incidente en que se atragantó comiendo y temió morir.
Como en la mayoría de las fobias no comunes, hay que contar con predisposición individual. El niño fóbico suele ser polifóbico, y la susceptibilidad a las fobias simples suele acompañarse de trastorno por ansiedad excesiva.
Así, las reacciones de ansiedad y el relativo rechazo de los alimentos que experimenta el niño sometido a una presión desmesurada para que coma, ejercida por una madre ansiosa, puede llegar a alterar su alimentación, y de hecho así suele suceder, pero no alcanza la categoría de fobia simple. No pasaría de constituir una reacción de ansiedad con cierto volumen de interferencia.
Sí puede considerarse como fóbicos los rechazos de un determinado tipo de alimentos, que en algún momento han estado asociados a circunstancias traumáticas, por ejemplo, un susto, un vómito, etc.
Pero las fobias simples alimentarias graves pueden dar lugar a la supresión de toda la alimentación e incluso poner en riesgo la salud del niño. Se han encontrado casos graves que debieron ser tratados en régimen de hospitalización. Se trataba de una niña de ocho años y un niño de nueve. Ambos abandonaron casi por completo toda ingestión alimentaria, tras experiencia vicarias (sensaciones y emociones que se viven a través de las experiencias de otras personas) y personales respectivamente.
La niña inició su trastorno después de escuchar la noticia de que una actriz había fallecido asfixiada en la deglución de un trozo de carne; el niño, a partir de un incidente en que se atragantó comiendo y temió morir.
Como en la mayoría de las fobias no comunes, hay que contar con predisposición individual. El niño fóbico suele ser polifóbico, y la susceptibilidad a las fobias simples suele acompañarse de trastorno por ansiedad excesiva.
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