De la asistencia a los hábitos de autocuidado

Durante los primeros meses de la vida del niño las necesidades higiénicas son satisfechas por su madre o algún miembro de su familia.


Tras su ingreso en la Escuela Infantil, la responsabilidad de higiene y protección de su cuerpo va a estar en manos de la persona encargada del cuidado del niño.

Hay que prestar especial atención a los procesos de evacuación involuntarios, cambiando los pañales y la ropa periódicamente para proporcionar el confort y la comodidad que el pequeño necesita.


Son momentos de gran importancia en los que se produce una intensa comunicación afectiva entre el niño y el adulto. Normalmente el adulto utiliza el cambio de pañales para interactuar con el niño, limpia su culito a la vez que le hace carantoñas, le canta canciones o juega con él. El niño le responde vivamente con su agradecimiento a través de pataletas, risas… Todo esto hace que se establezcan fuertes vínculos afectivos entre el niño y el cuidador.

Aproximadamente alrededor del año y medio es absolutamente necesario comenzar el entrenamiento en el control de esfínteres. Por supuesto se llevará a cabo de forma gradual, respetando los ritmos propios de cada niño, con tranquilidad y sin exigencias.

Hay que tener en cuenta que los niños deben estar maduros fisiológicamente y que un entrenamiento inadecuado en el tiempo con una presión excesiva, puede provocar conflictos en el niño.

A través de un proceso progresivo el adulto irá proporcionando las orientaciones y normas para la instauración de hábitos y cuidados correctos en el niño.

Joaquín Tesón.

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