Cuando el niño va
creciendo, el hábito del vestir debe de educarse en la autonomía, es decir,
debe vestirse solo cuando sea posible.
Su ropa debe ser
eminentemente práctica aunque no desechemos alguna prenda más arreglada.
Debemos anteponer siempre la practicidad y comodidad a la moda.
Las prendas que use deben ser
adecuadas a su tamaño, por lo que los vestidos “crecederos” al igual que los
“embutidos” que hayan quedado pequeños es preciso eliminarlos.
La ropa de calle se debe
comprar una talla más de lo necesario. Como mejor solución está anotar las
medidas del niño al día regularmente y así evitaremos el equivocarnos de talla
al compararla.
El vestido del niño debe
estar dentro de la moda pues el sentido del ridículo, por lo que a su vestido
se refiere, se desarrolla muy precozmente en la edad preescolar.
Ya desde temprana edad
comienza a desear lo que ve en los otros y por el hecho de no verse como los
demás, puede llegar a desarrollarse en él un sentimiento de desagrado,
vergüenza e incluso ridículo; es por lo tanto necesario sentirse como los demás
y no distinto a ellos.
Los colores de la ropa
infantil deben ser suaves y la cantidad de la misma estará en función de las
estaciones del año. Por lo general tan mala es una escasa vestimenta por frío
como un exceso de ropa que produce sudoración, irritabilidad y angustia.
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Joaquín Tesón.
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