La curiosidad de los niños

En los primeros años de vida, los niños son curiosos por naturaleza,  tienen  un instinto innato por averiguar. Por ello, es indispensable respetar su necesidad de explorar, de indagar, de preguntar; también es indiscutible la necesidad de ponerles límites, los cuales deben ser definidos en razón de su propia seguridad física, emocional y social.

Estos límites no deben coartar la curiosidad de los niños; frases como “cállate”, “deja eso”, “cómo preguntas”, “no tengo tiempo”, “estate quieto”, son por lo general expresiones que dañan la inteligencia emocional de los niños, afectando  su autoestima y la seguridad en sí mismos. Como consecuencia, sin darse cuenta, los niños deciden calmar su sana curiosidad sólo por darles gusto a los adultos que son importantes en su vida.



Es por eso que al niño pequeño, desde la más temprana infancia, hay que enseñarle a ser curioso desde el punto de vista positivo, y tratar de evitar la curiosidad no edificante, enseñarle las normas hasta donde es posible inquirir, y hacerle conocer la reglas que la sociedad impone al libre conocimiento.

Claro está que para el niño lo anteriormente dicho no tiene significado, y él solo quiere saber más y más. Y es tarea del educador encauzar ese deseo de conocer hacia vías que le posibiliten cada vez un mayor desarrollo intelectual.



Joaquín Tesón

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